miércoles, septiembre 23

[+] fiebre amarilla



Una de las columnista de la revista Semana sufrió un accidente mientras iba en el taxi con su hija menor de edad. Accidente común en estas tierras bogotanas. Un caso más de la fiebre amarilla que nos invade.

Hay miles de taxis matriculados en Bogotá y miles operando ilegalmente. Al subirnos a uno de ellos encontramos a personas abriéndose paso por la vida, ya sea por opción, por falta de otra oportunidad o por unos "pesos extras" para complementar la pensión.

Encontramos conductores habladores, especialistas en deportes, chistosos, bravos, preguntones, predicadores de Cristo, amables, analistas políticos y uno que otro anarquista. Entre ellos hay muchos que son conocedores de las normas y respetuosos del peatón y los otros conductores. Pero a algunos, muchos más de los que quisiéramos, el andar diario por las calles de Bogotá, los convirtió en dueños y señores: suben extremadamente la velocidad, el zig zag es su método de manejo, se muestran amenazantes al adelantar, el peatón hace parte del anden. El semáforo para ellos es un elemento de adorno. No hay contravía para ellos. Para completar nunca tienen cambio y en algunos casos no "van" para donde uno necesita.

Es curioso observar como la mayoría de estrelladas simples tienen como uno de sus protagonistas a un "amarillo".Y desafortudamente con la llegada de los "zapaticos" y el aumento de la velocidad por su tamaño, son decenas los muertos por atropellamiento, volcadas o choques.
El taxi en Bogotá es una gran red de transporte (inaccesible para millones) y sus radioteléfonos son pieza clave para la seguridad de la ciudad pero eso si, quisiéramos un manejo implecable, ciudadano, amable y seguro. ¿Dónde está la autoridad de movilidad de la ciudad?

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